Laguna Brava un paraíso oculto en lo alto de la cordillera

La comunidad de Ruteros Argentinos es grande y colaborativa, es así que hace unos días nuestro amigo Stéphane Rampon, nacido en Francia, nos recordó y compartio uno de los lugares más bellos de nuestro suelo argento, La Laguna Brava, ubicada en la provincia de La Rioja; esta laguna es un pintoresco lugar en plena cordillera de los Andes a casi 4.300 metros sobre el nivel del mar y que originalmente se llamó “Reserva Provincial de Vicuñas y de Protección de Ecosistemas de Laguna Brava”.

Antes de comenzar a realizar un breve repaso de este bellísimo paraje, es necesario aclarar que para visitar este lugar es recomendable la compañía de un guía autorizado y registrarse ante las autoridades de fauna de Alto Jagüé.

Como ya dijimos Laguna Brava es una reserva natural que abarca los departamentos de Vinchina y Gral. Lamadrid, a cuatrocientos cincuenta kilómetros de la capital riojana. Creada en 1980 con la intención de poner a resguardo a vicuñas y guanacos que en aquel entonces habían ingresado a la lista de animales en peligro de extinción. Con una superficie aproximadamente de 4050 kilómetros, esta reserva está formada por serie de lagunas, entre ellas la Laguna Brava, la más grande con una superficie de 5 km2.

Saliendo de San Jose de Vinchina recorremos un camino que nos permitirá ascender los primeros 3 mil metros necesarios para llegar a destino, camino al que vale la pena prestar ya que nos toparemos con bellísimos paisajes y con la Quebrada del Troya que se encuentra al cruzar el puente sobre el río Bermejo.

Siguiendo el camino de tierra (se puede transitar en auto), nos encontraremos con “La Piramide”, una figura esculpida gracias a la erosión de la lluvia y el viento. Más adelante, aparecerá el paraje Jagüé, el último poblado antes de llegar a la cordillera. Allí la calle principal, que en verano suele inundarse por el agua de los deshielos, nos llevará hasta el puesto de guarda faunas donde controlan el acceso de visitantes a la reserva y donde es obligatorio registrarse. No es extraño que alguno de los baqueanos se sume a nuestro paseo para guiarnos.

Una vez que retomamos el camino, empezaremos a ver a los Guanacos que parecieran vigilar nuestro viaje desde las laderas, luego serán las vicuñas quienes tomarán la posta una vez superados los 3 mil metros de altura. Será sencillo reconocer que hemos llegado a esa altitud, veremos que el camino comienza a ser un poco más exigente a partir de la «Quebrada del Peñón»; a la orilla de la ruta hay curiosos refugios de piedra parecidos a iglúes levantados a fines del siglo XIX, y que fueron utilizados para albergar a los arrieros que conducían ganado hacia Chile.

Entre cerros de diversos tonos de rojo intenso y suaves cimas, enfilamos hacia el punto más alto del recorrido (4.350 metros de altura). Desde allí, la ruta baja por un terreno más llano, y pasado un rato, en medio de un amplio valle, aparece la imagen de la laguna ovalada rodeada de majestuosos picos, como El Veladero, Bonete Chico y Pissis, el segundo más alto de América, con 6882 metros sobre el nivel del mar.

Llegamos a la Laguna, un oasis que de bravo pareciera tener poco, pero los lugareños cuentan que el nombre se debe a lo hostil que puede llegar a ser el clima en cualquier momento del año sea invierno o verano, señalando como testimonio los restos de un avión que en los años 50 tuvo que realizar un aterrizaje forzoso muy cerca de la laguna.

El lugar es hermoso, la constante brisa fría hace que el abrigo sea obligatorio aun en verano, los flamencos rosados hurgan en el salitroso fondo con patas y picos para encontrar algo que comer; de golpe, como si estuvieran poniéndole un punto final a nuestro  maravilloso recorrido, sin preámbulo los flamencos levantan vuelo al unísono obligando al visitante a levantar la mirada para seguir su vuelo y admirar el descomunal valle multicolor donde las montañas se tiñen de infinitos colores.

Nota realizada por Leonardo Leveroni

Fotos de Stéphane Rampon